En memoria: Natividad Durán

Amantina Durán medita sobre los regalos de su hija

Foto: faxpilot

 

NOTA EDITORIAL

Natividad “Nati” Durán (1969-2023) fue maestra y una de las primeras alumnas de Nuestros Niños Day Care Center, donde sus padres fueron voluntarios y empleados por más de 30 años. Fundada en parte por la Iglesia Transfiguración hace más de 50 años, la guardería sigue sirviendo a la comunidad de Williamsburg (“Los Sures”) en Brooklyn, New York. Nati obtuvo una maestría en Educación Infantil/Educación Especial de la Universidad Concordia. Su dedicación a nutrir e iluminar las mentes jóvenes fue una fuente de gran orgullo y satisfacción para ella, para su familia y para su comunidad. A Nati le sobreviven su amada madre, Amantina, su adorado padre, Natalio, y sus queridos hermanos, Miriam, Elías, Esteban y Gertrudis. También deja recuerdos de alegría y risas para sus sobrinos, Avery y Daniel, y su sobrina, Ela.

La siguiente meditación fue escrita por Amantina Durán e iluminada por fotos cortesía de la Familia Durán.

 

A la hija que trascendió en el momento menos esperado, en circunstancias nunca imaginadas... 

La realidad es que la muerte sucedió, ¿y qué hacer con lo sucedido, si ya no lo puedo cambiar? Pero sí, las decisiones que van pasando en la vida de cada ser humano pueden elevarnos a un estado espiritual con propósitos en nuestra vida diaria, en cada situación que enfrentamos. Es tomar una decisión entre dos alternativas. 

¿Pero por qué sucedió? se pregunta uno. ¡Ho! ¿Para qué sucedió?  

Decido abrazar la segunda pregunta: explorar para qué ha sucedido. Humanamente, sin embargo, ¡no hay palabras que puedan describir lo que siento! 

¡Vivir en sí es ya un milagro!

Porque cada momento cuenta si de verdad estamos conectados en el presente inmediato, caminando hacia El Reino que El Maestro nos ha enseñado con su propia vida y que La Madona, su madre, nos ha dejado. Ella le dijo al Ángel: “Que se haga como tú dices. Desde que mis padres me engendraron, yo sé que ya Él me había elegido para ser su hija amada y, cuando ya vine a nacer, ¡ya a mi príncipe lo tenía reservado con un propósito en la vida!” 

En mi caso, que yo y Natalio nos conociéramos y que Dios diera cinco Regalos a nuestro Amor para crecer y practicar y confiar en lo que es ser testigo de su Amor en nuestras vidas compartidas desde la fe, esperanza y caridad. 

Estamos conscientes de que lo que llamamos “muerte” es muerte por el descenso de nuestro cuerpo físico al polvo. Pero en realidad, nuestro espíritu no se queda hundido en un sepulcro–más bien, trasciende. No lo verás; lo sentirás, claro que sí. ¿Nos distanciamos? 

¡No y sí! 

Porque, por mucho que lo quisiera con estos ojos humanos, ya no estás. Sin embargo, con los ojos del Alma, estás más a mi lado en maneras inexplicables. Son conceptos inalcanzables de registrar con las palabras escritas en el diccionario, con el concepto humano, pero sí alcanzables a través de lo que sentimos en la raíz del Alma!

Mi niña Nati, hay momentos demasiado difíciles para adaptarse. Pero es aquí, cuando estos sentimientos se apoderan de mi Alma, ¡es aquí donde entra la fuerza del Amor divino!  Humanamente, el cuerpo me grita: ¡No quiero aceptar esta situación! Viene el ¿Por qué? y de nuevo viene la segunda, ¿Y para qué es? ¿Cuál es el propósito de lo que sabemos, que no hay nada en mis manos que pueda cambiar lo que es? 

Sí sé que esta situación me pone en la realidad de que nuestro caminar en el planeta tierra va cambiando de segundo a segundo, de minuto a minuto, de hora a hora, de día a día, semana a semana, mes a mes, año a año. Más aún, de momento a momento. Y sé que no tengo control de nada en muchas situaciones en el caminar diario. 

Entonces, ¿para qué pasar–o, más bien, malgastar–el tiempo en pensamientos que no me van a ayudar en nada, solo en seguir malgastando el momento que sí tengo para agradecer el regalo que Dios, por su Amor, puso en mis manos como el segundo regalo de mi unión matrimonial con tu padre? 

Las enseñanzas que nos transmitía con tu vida en el diario vivir fueron, y son, más de tí a nosotros que de nosotros a ti. 

Gracias, Hija, por los momentos en que nos reíamos, en que temíamos argumentos por las diferentes maneras en que cada una entendíamos los pensamiento e ideas de la otra en medio de diálogos. Otras veces, nuestro tiempo de silencio, y después llegaba la aceptación de que el pensar diferente hacía más rica la unión de madre e hija, que cada día aumentaba. 

Hoy quiero decirte que siento compañía, tu soporte y aquella sonrisa que nos brindabas a todos en la familia primaria. Te quiero, Hija. Te queremos y sentimos que tú estás presente con tu soportes espiritual y de buenos consejos e ideas que nos aportabas a todos. 

¡Gracias por el Amor de Dios que nos has regalado!

 

Natividad Durán, alumna de Nuestro Salvador [Our Saviour], la escuela parroquial de la Iglesia Transfiguración, y de la guardería Nuestros Niños a principios de la década de 1970, Brooklyn, NY.

 

Naty, cuántas vivencias puedo expresar sobre tí, nuestro segundo regalo que Dios creó por el Amor de nuestra unión, yo y tu padre Natalio, al procrear un ser que llamamos hija. Sé que físicamente no estás, pero espiritualmente estás más presente que antes, cuando había un cuerpo físico en el tiempo y el espacio y lugar. A mí, a Natalio y a tus hermana/os nos han preguntado: ¿Cómo hemos–y yo como Madre–podido mantenernos con un espíritu de fuerza o, más bien, fortaleza humana, con una valentía de optimismo en estos momentos? ¿Cómo es ver la partida de una hija? Y es aquí donde quiero decirte…

¡Gracias, gracias, millones de gracias! Gracias por el regalo de la paciencia que nos transmitiste en cada momento de tu vida, aún cuando estabas en nuestro vientre. Aunque habíamos ya emigrado de la República Dominicana, volví al país para darte a luz. Eran vivencias en tiempos que no se parecían en nada a los de ahora. No eran ni más ni menos, pero sí eran momentos y situaciones difíciles. Tuve que dejarte por un tiempo con mis padres para volver a los EEUU a trabajar, ya que no había quién te cuidara en este país. Tuve que dejar un pedazo de mi corazón. No conocía muy bien las leyes de emigración dominicana. Cuando volví a buscarte unos meses después, tuve que esperar más de un año para poderte traer. Ese es el dolor de la inmigración, la separación de corazones, lo cual he decidido llamar “la cultura,” una cultura de sobrevivencia que estructura pero no cura (en otro escrito, si el tiempo me lo permite, ¡te explicaré más!). 

Naty, te doy las gracias por el ser humano espiritual que tú eras y sigues proveyendo. No estarás en persona, ¡pero has seguido transmitiéndonos fortaleza en estos doce meses que han pasado tan rápido!

Hija, tus enseñanzas son muchas a las que no alcanzaré a describir ni en una milésima parte, ni de los últimos cinco años. 

El tiempo de pandemia COV-19…¡wao! Cómo enfrentaste esos tiempos, trabajando y bregando con tantas situaciones personales como maestra de niños de dos a tres años. Con los cambios, enseñabas a esos niños por medio de la tecnología virtual, presentando currículos como si estuvieran en clase–además de las situaciones con los padres, muchos de ellos enfermos y aún así teniendo que trabajar también desde sus casas. Recuerdo todo lo que me enseñaste con la responsabilidad que demostraste hacia tus hijos–“mis estudiantes son mis hijos,” como tú nos compartías. En estos meses, he recibido de vuelta cariño, abrazos y ternura de aquellos padres.  

En otra ocasión, estaba en un salón de bellezas arreglándome el pelo. Mientras esperaba mi turno, se sentó una muchacha joven, y después de pasarnos unos minutos sentadas juntas, ella me pregunta, “¿Usted es la mamá de Naty D.?” Le digo sí y me dice, “Ella era maestra de mi hija hace seis meses. Me pidió ver a su maestra, pues eran dos en la aula. Me dijo que cuando solo estuvo Miss Daniels, mi hija estaba muy en desacuerdo que Miss Naty D no  estuviera en la escuelita, ya que ella se la pasaba leyéndoles libros en clase. ¡Los niños la querian!” 

 

“Miss Nati” enseña en Nuestros Niños Day Care Center durante una visita especial del concejal de la Ciudad de Nueva York, Antonio Reynoso, Brooklyn, NY, 2003. Fuente: Nuestros Niños Day Care Center

 

Gracias por ayudarnos, por poner prioridad en el tiempo presente lo que decimos y hacemos. 

Gracias por tan lindo y profundo compartir ese mes antes de tu trascendencia al misterio que llamamos muerte. 

Por el viaje en el que estuvimos casi todos. Qué alegría y cómo disfrutábamos la casa en los suburbios de Nueva York, en la piscina. Es que estaban ocurriendo tiempos mágicos de familias primarias. 

El último miércoles que pasamos juntos, estábamos en la casa de tus tías Mercedes y Nune Espinal. Nos llamaste: “¿Dónde están?” Te dijo, “Cerca de tu casa, visitando a los enfermos con Jesús Eucaristías.” Y nos dijiste, “Espérenme, que voy a saludarlos y me voy a pasar el resto del día con ustedes. Pues, tengo muchas cosas que dejar arreglada en casa antes de irme de viaje a África. Solo nos faltan doce días y quiero dejar todo en orden–la casa y los papeles de los currículos de mis clases, y tengo citas médicas mañana porque necesito una vacuna para el viaje…” Pues, nos reunimos con tus tíos. ¡Qué alegres se sintieron al verte en su casa!. Nos reímos mucho con los cuentos de Nunes Espinal. 

Después seguimos a casa. Me acuerdo de lo bien que estábamos, alegres de que viniste a estar con nosotros. En casa, nos ayudaste a organizar unas losas en la cocina. Después subiste al cuarto a revisar una caja de tus pertenencias, botando lo que ya no valía. Cuando terminaste y vi que ibas a botar la caja, te dije, “Naty, esa caja es de metal y los papeles no se dañan; aún les caiga agua no se mojan.” Me miraste y me dijiste, “Mira, Mami, esta caja la voy a botar. ¡Está rota y se va a la basura!” Lo dijiste con mucha firmeza y Amor. No dije nada. 

Recuerdo que me coloqué la mano derecha en mi boca y me dije a mí misma en silencio, muy dentro de mí, “¡Amantina! Ya tus hijos son adultos. Tienes que crecer y aceptar que la vida va cambiando día a día.”

 Como le dijo Jesús a Pedro: “Cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías. Pero te aseguro que cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir“ (Juan 21:18). 

Después de un rato digo, “Naty, voy a preparar algo de comer,” y me dices, “Mami, voy a ordenar la comida y así nos pasamos este rato compartiendo y tú descansas.” ¡Está bien! 

Llegó la comida. Comimos los tres–tu papi Natalio y nosotras dos. Era pescado, arroz, habichuelas, tostones y ensalada. ¡Muy rico todo!  Compartimos, hablando de tus viajes y de los proyectos que estabas planeando con tu sobrino Avery y otros. Hablamos de las tantas situaciones que están ocurriendo en todas partes del mundo y como cada uno tenemos que ser positivos, cuidadosos y cada vez más auténticos hacia uno mismo como nos los enseña Dios en Jesús.

 

Natividad Durán, recién graduada de la Universidad de Concordia con una maestría en Educación Infantil/Educación Especial, celebra en familia, Brooklyn, NY, mayo 2021. Izquierda a derecha: Gertrudis Durán (hermana), Elías Durán  (hermano), Yogi Rosario, Ela Durán (sobrina), Natividad Durán, Amantina Durán (madre), Estéban Durán (hermano) y Miriam Durán (hermana)

 

Yo y tu padre Natalio estuvimos envueltos en el proceso de Nuestros Niños desde antes que se estableciera, pues en los años de los 1970 no habían guarderías de niños en nuestro barrio Los Sures. Habían, más bien, madres que estaban en su casa cuidando a sus hijos y si sus amigas necesitaban cuido de sus hijos los dejaban con estas madres. Al transcurrir, se veía la necesidad de que los niños necesitaban desarrollar más conocimiento en las áreas de aprendizaje. Es ahí donde ocurrió un fenómeno que no puedo dejar pasar por alto: hablar de la historia de Nuestros Niños y de nuestra comunidad de la Iglesia Transfiguración. 

 Las Hermanitas de San José, Sister Peggy Walsh y Sister Mary Anne Marcellus, abrieron una escuelita para niños de dos a tres años en el sótano del convento en la Calle Hewes a familias que trabajaban. Al pasar el tiempo, la necesidad de más espacio para el cuido de niños iba aumentando. Es cuando surgió la idea entre el Padre Bryan Karvelis y el fundador John Mulhern de pedirle fondos comunitarios al gobierno para abrir un centro de cuido de niños de dos a cuatros años. El centro de Nuestros Niños ha llegado a tener un gran impacto en la comunidad–y hasta diría en la ciudad de Nueva York. Educó a futuros maestros, concejales, activistas, artistas y a muchos más. Hoy, después de más de 50 años, el centro sigue ofreciendo servicios a familias de bajo recursos con necesidades humanitarias, mentales y más.

Para muchas familias latinas en Los Sures, la primera experiencia de aprendizaje de sus hijos fuera del hogar fue en Nuestros Niños. Con el soporte de estos primeros maestros, los padres abuelos y otros seres responsables de guiar a nuestros niños con respeto y mucho amor podemos decir que por lo menos un 80% de estos alumnos lograron pasar a algún estudio profesional. Muchos hoy día tienen distintos puestos; entre ellos se encuentran académicos, maestros, abogados, escritores; políticos, trabajadores sociales, policías, y enfermeros. Son muy honestos, responsables de sus vidas y las de otros. De nuestros cinco regalos en casa, cuatro de ustedes–Trudis y Naty, Estéban y Elías–estudiaron en Nuestros Niños. 

 

Durán, Amantina. Entrevista de historia oral realizada por Marcelo Herman, 28 de marzo de 1989. Registros e historias orales del Hispanic Communities Documentation Project, 1989.004.17. Fuente: Brooklyn Historical Society, Brooklyn Public Library

 

Muchas de las familias pertenecíamos a las Fraternidades Laicas de Carlos de Foucauld, que P. Karvelis apenas había comenzado en esa época. En estos grupos, compartíamos la vida de oración y cómo conocer más a Jesús y sus enseñanzas, la experiencia de ser inmigrantes buscando un mejor medio de vivir, pero sin dejar que el trabajo nos influyera en tener cosas materiales y desconectarnos de la vida de ser padres y madres, de ser cristianos de oración, formando una comunidad, de ser hermanos unidos en la fe, cuidándonos unos a otros en las áreas de salud, educación–en fin, ¡no perder el sentido de ser Hijos e Hijas de Dios! 

Hija, en estos momentos de nuestras vidas–la mía, las de Natalio, nuestros hijos, tres nietos y los seres que comparten con nosotros–sería algo bien difícil el no desesperarse y cuestionar el ¿por qué? 

Pero el conocer la vida de los santos–y más, conocer a Jesús, el Amigo incondicional–me ayuda a entender. Ser hija, nieta, hermana, amiga, y conocer las historias de la vida de San Carlos de Foucauld han sido enseñanzas. También aprendo de las vidas de tantos hermanos y hermanas, igualmente viviendo en la enseñanzas de Jesús nazareno, dando la vida por Amor al Padre y las enseñanzas del cumplimiento de la ley del Amor. ¡No es que ya sea santa, tampoco! Más bien, le permito a Él vivir en mí y yo en Él. Es para lo que nos va preparando poco a poco, ¡ser parte de lo que se nos invita! Ir caminando con Él, por Él y en Él todos los días de mi vida, en la vida de cada día, con las situaciones que nos toca vivir. 

 

Natalio Durán (suéter azul marino), padre de Natividad, y sus hermanos Elías (gorra azul) y Estéban (gafas) siembran un árbol en honor a ella en la propiedad de John Mulhern (abrigo rojo), fundador de Nuestros Niños Day Care Center, Fremont Center, NY, 2023.

 

Como dicen el poema y la canción: “Caminante, no hay camino/el camino lo hace el caminante al andar.”

La fe nos la da Dios, pero tengo que cultivarla yo, creyendo en la Palabra que fue dada y cumplida. El Padre envió al Hijo. El Hijo obedeció y a su Madre creyó y Amó. Y la Madre obedeció al ángel que le habló y ella creyó. 

Quiero compartir que la vida de oración, sobre todo en el  silencio, aceptando cada  situación que nos toca, viviendo en comunión Eucarística con Dios y con los hermanos de fe–todo esto trae un consuelo al Alma que no puedo explicar. De hecho, queremos dar las gracias a todos los hermanos del grupo de la Fraternidad que coordinan Margarita y Cirilo Alvarado por su respeto y Amor a través de las décadas. También apreciamos a toda la comunidad–familia de sangre, amigos y conocidos, a cada uno en especial. En esos días de tanto dolor y aflicción en nuestras vidas, tuvimos que vivir su ajustado curso, sin marcha atrás. Sí les queremos. Habían momentos en que yo podía sentir sus nombres escribiéndose en mi corazón, en nuestros corazones, y sus oraciones nos llegaban al Alma. Sentimos que Él está vivo con nosotros en todo tiempo y adversidades, que nuestra Madre Reina del Cielo y la Tierra nos cubre con su manto, ¡pero hay que abandonar todo en sus manos y confiar! Damos las gracias a todos los párrocos: P. Jeremías Castillo, P. Santos, P. George, Diac. Israel Rosario y Familia, y Diac. José Manuel Tavares. Seguimos en oración los unos por los otros, amando, perdonando, ¡y nunca olvidándonos de ser agradecidos por la misericordia de Dios!  

Señor, dale a Naty el descanso eterno y brilles para ella y para todo los fieles difuntos la luz eterna. 

Hija Natividad, esta no será mi última carta al público. Te quiero desde lo más profundo de mi corazón. Gracias por ser nuestra Hija y perdóname–perdónanos–por las veces que no te Amé más como madre, por las veces que debía decírtelo más y más.

Y Naty, gracias por dejarnos las señales de tu presencia en el girasol y en la mariposa monarca.

Tu  mamá, 
AD

 

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