Reconsiderando el ‘chisme,’ construyendo un diálogo más inclusivo

La Dra. Neomi DeAnda le escribe al Papa

 

Este artículo se publicó originalmente en inglés como parte de un simposio sobre la encíclica Fratelli tutti en la edición de diciembre de 2020 de la revista Commonweal.

NOTA DEL TRADUCTOR: Aunque se acostumbra usar el discurso formal con el Papa y otros obispos, la Dra. Neomi De Anda ha optado por utilizar la dirección informal con el Papa Francisco, en el espíritu de “fratelli tutti.” Él mismo ha establecido tal familiaridad al querer ser nuestro hermano, y el mensaje de la Dra. De Anda es el de una hermana a su hermano mayor.
—Fray Dr. Gilberto Cavazos-González


 

Querido Papa Francisco: 

En Fratelli tutti, pides que más personas sean incluidas en el diálogo y, de hecho, enmarcas toda la encíclica como una reflexión nacida del diálogo y del compromiso común con la hermandad humana y la amistad social inspirada en un encuentro de líderes interreligioso/as.

Es cierto que el dialogar puede ser grandioso. Pero también puede ser exclusivo. Si queremos salir al mundo encontrándonos y escuchándonos unos a otros, entonces también deberíamos estar abiertos a varias formas de comunicación. Así que te pido con mucho respeto que reconsideres tu postura hacia el chisme, que has condenado en el pasado.

Sí, me encanta lo que en inglés llamarían "gossip.” Paso horas cada semana comunicándome con personas de todo el continente americano y de todo el mundo sobre lo que está sucediendo en sus vidas. Y como muchas personas, también me encanta escuchar lo que encuentran cuestionable sobre el comportamiento humano y lo que piensan sobre el estado del mundo. Como latina (¡gracias por recordarnos! [Fratelli tutti 135]), puedo dar fe de los vínculos entre la información y el chisme en las conversaciones de las personas en las comunidades latinx. Estos vínculos son tan estrechos que puede ser difícil, si no imposible, distinguir dónde termina uno y comienza otro. Me parece que el chisme es una forma de comunicarse entre sí por aquellos que sienten que tienen menos poder y permiso para hablar públicamente.

En tu encíclica, identificas muchas injusticias y formas de desigualdad que enfrenta el mundo: el racismo, el nacionalismo, la xenofobia, la degradación del medio ambiente, la trata de personas, la colonización, el vivir con discapacidad, la pobreza. Incluso usas el grito de la Revolución Francesa—igualdad, fraternidad, libertad—como subtítulo. Un enfoque de tu papado ha sido el bien común, que mencionas treinta y cuatro veces en Fratelli tutti. Has dedicado tu tiempo como líder eclesial a elevar a aquellos que han sido históricamente marginados, oprimidos y silenciados. Has prestado atención a la difícil situación de los que se ven obligados a emigrar. Has pedido que se mejoren las directrices internacionales sobre asilo y que se creen sistemas de trabajo y comercio más justos. Te has centrado tan fuertemente en la sinodalidad, y en la participación en el liderazgo de la Iglesia de las personas a nivel local, que a mí—una académica y teóloga católica laica—frecuentemente me piden organizaciones ministeriales locales, nacionales e internacionales hispanas y latinoamericanas que hable sobre estos temas. Como tú, creo firmemente en la inclusión de todos, y que la vida es un don frágil de Dios. Y sí, esta noción de sinodalidad está estrechamente ligada al diálogo. Pero también creo que hay problemas con el uso del diálogo como la principal forma de comunicación sobre estas cosas. De hecho, al igual que el chisme, el diálogo también puede ser hiriente.

Por ejemplo, el diálogo a menudo asume una mutualidad que no existe. Con frecuencia ocurre en espacios donde ya se han establecido estructuras de poder. El diálogo, como cualquier modo único de comunicación, centraliza algunas culturas y voces, y por lo tanto margina a otras. A menudo, existe la expectativa o suposición de que el diálogo será seguido con un relato escrito, lo que significa que quien tenga la "palabra" final en la escritura posee un poder único. A menos que se tomen medidas para tener en cuenta la dinámica de poder desigual inherentemente presente en el diálogo, no participamos plenamente en el encuentro porque al menos una de las partes se estará protegiendo de lesiones y abusos.

 
Pope_Francis_visit_Bethlehem.jpg

‘No podemos simplemente decir que la comunicación utilizada por personas que se sienten desempoderadas es negativa o pecaminosa.’

 

Ya ha habido mucha crítica sobre el sexismo inherente al título no traducido de tu encíclica, y sobre la falta de voces de mujeres entre tus citas. Si bien pides la igualdad de derechos y dignidad para las mujeres, especialmente para "las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos," no incluyes el sexismo entre tu lista de males sociales. Y aunque hay vagas referencias al dolor, el sufrimiento y el daño que la Iglesia Católica ha causado a través de la violencia sistémica del abuso sexual, no abordas explícitamente el tema.

Menciono esto porque es otra manera que el diálogo puede excluir. Cargo conmigo a las mujeres que me han dicho que no se sienten seguras ni bienvenidas para hablar en ciertos espacios. Sostengo a las personas LGBTQ+ que no quieren tener nada que ver con el catolicismo (o incluso con Dios) debido a los "diálogos" realizados en los edificios de la iglesia. Y mi corazón realmente se rompe cuando escucho de personas que han sido tan abusadas y quebrantadas por personas encargadas a través de estructuras formales de la Iglesia Católica que el "diálogo" simplemente puede causarles más trauma y dolor.

Las encíclicas que no nombran el cambio que debe ocurrir dentro de los propios sistemas y enseñanzas de la Iglesia, con respecto al sexismo y a la obra más profunda de la teología y la pastoral de la sexualidad humana, no ayudan a los afectados a sentirse invitados al diálogo. Como tú mismo notas: “Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje” (23).

 
PAPA_FRANCISCO_VISITA_ECUADOR_(19450864441).jpg

‘Las encíclicas que no nombran el cambio que debe producirse dentro de los propios sistemas y enseñanzas de la Iglesia...no ayudan a los afectados a sentirse invitados al diálogo.’

 

Así que te pido que consideres más de un modo de comunicación para ayudarnos a construir mejores bases para cuidar y nutrir la fragilidad de la vida. (De hecho, Fratelli tutti aboga por múltiples modelos culturales como un camino hacia el bien común [12].) También pido que evitemos caracterizar un modo como mejor que el otro. No podemos simplemente decir que la comunicación utilizada por personas que se sienten desempoderadas es negativa o pecaminosa, y que el tipo de comunicación que se permite principalmente a quienes están en el poder es el más positivo y productivo. Tenemos que prestar atención a varios tipos de comunicación porque las personas utilizan una variedad de comunicaciones para expresar tanto su sufrimiento como su discurso con Dios. Eso incluye el chisme.

Has criticado el chisme en el pasado, diciendo que puede matar, que llena el corazón de amargura, que evita que los humanos sean santos. Incluso advertiste a los peluqueros (el 90 por ciento de las cuales en los Estados Unidos son mujeres) que eviten “caer en la tentación de la habladuría que se insinúa fácilmente en su ambiente de trabajo, como todos sabemos.” Y tú desdén por el chisme fue bastante evidente en el Ángelus del 6 de septiembre de 2020, cuando, al hablar de la unidad y las fracturas en la Iglesia, dijiste:

“El gran chismoso es el diablo, que siempre está diciendo cosas feas de los demás, porque él es el mentiroso que busca dividir a la Iglesia, de alejar a los hermanos y de no hacer comunidad. Por favor, hermanos y hermanas, hagamos un esfuerzo para no chismorrear. ¡El chismorreo es una peste más fea que el Covid!”

Pero en una Iglesia donde los hombres tienen más poder para hablar, tanto en las homilías como en los escritos oficiales, prestar atención al chisme es imprescindible. No debería ser condenado como malvado. Así que me gustaría plantear algunos puntos sobre el significado del chisme, y cómo puede ayudarnos a entender la vida  y, al fin, llevarnos al habla divina.

En primer lugar, participar en el chisme muestra la finitud humana. El chisme a menudo incluye cómo una persona no ha cumplido con lo que creemos que es necesario para vivir una vida mejor.

En segundo lugar, el chisme nos permite entendernos mejor. Nos obliga a ser auto-reflexivos. El chisme altera los ritmos diarios de la vida, porque generalmente se basa en un comportamiento cuestionable. Puede ser una herramienta interpretativa que nos obligue a reexaminarnos dentro de ciertos contextos normativos. Algunos dicen que siempre estamos discerniendo lo que Dios pide de nuestras vidas. Debido a que el chisme nos hace involucrar e interpretar el comportamiento moral, puede ayudarnos con ese discernimiento.

En tercer lugar, el chisme nos proporciona una manera de expresar en la vida cotidiana que somos seres humanos llenos de contradicciones. El chisme nos permite comprobar nuestras experiencias con las de los demás y así funciona como un lenguaje del pueblo.

Por último, el chisme implica tanto la intimidad como la vulnerabilidad. Compartimos el chisme con personas en las que confiamos y con quienes deseamos construir relaciones más cercanas. Carmen Nanko-Fernández bellamente hizo este punto sobre la intimidad y la vulnerabilidad en el sitio web de Commonweal (“What Francis Means by ‘Fratelli Tutti’”) al discutir el título no traducido de su encíclica, sugiriendo que desea expresar el título en tu lenguaje de cariño.

Una vez más, sé que el chisme puede ser dañino. Pero te pido que consideres algo más que el diálogo como un modo de comunicación para reconocer la fragilidad de la vida y elevar la dignidad humana. Como escribes en Fratelli tutti: “Cuando se respeta la dignidad del hombre (y la mujer), y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común” (22).

Por todas estas razones, muy querido Papa Francisco, y porque anuncias "un amor que se integra y une," te ruego que reconsideres tu postura sobre el chisme.


 
Previous
Previous

¡Por fin!

Next
Next

Theological Imagination in Education